El Cerro del Acatepetl: El Guardián Ancestral de Xico que Aún Susurra Leyendas

Si algo tiene Xico, Veracruz, además de su café aromático, sus callejones empedrados y la calidez de su gente, es mística. Una que se siente apenas cruzas el puente colgante rumbo al Cerro del Acatepetl. No es un simple cerro. Es un símbolo. Es una voz antigua que se alza entre la neblina y nos recuerda que esta tierra ha sido sagrada desde antes de que llegara la historia escrita.

El Acatepetl —que en náhuatl significa «Cerro del carrizo»— no solo es un ícono natural; es el vigía silencioso de Xico Viejo. Dicen los pobladores que ahí se esconden los secretos de los antiguos xicoteptlacas. Hay quienes afirman que por sus veredas aún se escuchan los cantos de los curanderos, los rezos de los pueblos originarios y los suspiros del viento que cuenta leyendas de amor, guerra y redención.

La subida es toda una experiencia sensorial. Conforme asciendes, el bullicio del pueblo se desvanece y es reemplazado por el crujir de las hojas, el canto de los pájaros y una vista panorámica que corta la respiración. Desde la cima, Xico se mira pequeño, pero vibrante. A un lado se divisa la Cascada de Texolo, como un velo de agua que cae desde los sueños.

Pero el Acatepetl no es solo paisaje. Es historia viva. En sus faldas se han encontrado restos arqueológicos y petrograbados que atestiguan su importancia espiritual. Muchos xiqueños aún le prenden veladoras al cerro. Le piden buena cosecha, lluvia y protección. Porque aquí, la tierra se respeta, se honra… y se escucha.

Visitar el Acatepetl no es hacer senderismo. Es reencontrarte con lo que somos. Con el corazón indígena que todavía late en Xico, con la memoria que no cabe en los libros, pero sí en la tierra. Ven. Sube. Escucha. Quizá el cerro tenga algo que decirte.