En Xico, Veracruz, el tiempo no solo avanza… también se arremolina. Como la neblina que baja del Cerro del Acatepetl cada madrugada, trayendo consigo susurros que no todos entienden. Hay quienes dicen que son ráfagas de viento, pero los viejos del pueblo aseguran otra cosa: “Son las brujas que se llaman entre sí”.
La leyenda de Las Brujas del Acatepetl es una de las más antiguas y respetadas del pueblo. No por miedo, sino por sabiduría. En la época prehispánica, el cerro era considerado un punto sagrado. Se le rendía culto al agua, a la tierra, al maíz… y también a los espíritus guardianes que ahí habitaban. Con la llegada del catolicismo, esas figuras cambiaron de nombre, pero no de poder. Las mujeres sabias del cerro, las curanderas, las que hablaban con la montaña, comenzaron a ser llamadas “brujas”.
No eran malvadas. Eran sabias.
Vivían solas, casi siempre en las faldas del cerro, rodeadas de yerbas, cuarzos y animales. Sabían curar con plantas, aliviar males con oraciones, y también —si las hacías enojar— darte una buena lección. Dicen que de noche subían al Acatepetl a hacer sus trabajos, que encendían fogatas ocultas y danzaban bajo la luna llena. Algunos testigos afirmaban haber visto luces flotando entre los cafetales, bolas de fuego en el cielo, o haber escuchado carcajadas femeninas que se apagaban en la espesura del bosque.
Pero lo más impresionante era su poder sobre el clima. “Si una bruja pedía lluvia, llovía”, decía mi abuela. “Y si pedía que parara, el cielo se abría.” El pueblo las respetaba. No se les decía nada, ni se les cruzaba la mirada. A cambio, ellas cuidaban al pueblo: calmaban fiebres, ayudaban en los partos, protegían las cosechas. Eran parte del alma de Xico.
El pacto de silencio
Con el tiempo, muchas de estas mujeres fueron olvidadas o desplazadas por la modernidad. Pero en Xico, no del todo. La gente aún se persigna al subir al cerro. Los niños son advertidos: “Si ves luces por ahí arriba, no sigas el camino. Respeta.” Cada tanto, algún visitante curioso graba algo extraño entre los árboles. Un canto, un reflejo, una sombra que no estaba antes.
Y los ancianos sonríen. Porque saben que las brujas del Acatepetl no se han ido. Solo se han ocultado mejor.
Xico: donde lo mágico no se cuenta… se siente
El cerro sigue ahí. Verde, firme, poderoso. Como un corazón latiendo a ritmo de luna llena. Y si alguna noche decides subir… guarda silencio, escucha bien y ten cuidado con lo que deseas. Tal vez, alguien te está oyendo.